miércoles, 20 de agosto de 2008

Sueño de una noche de verano.

Lo habíamos intentado decenas de veces. Desde bien pequeñas, mi compañera de juegos y   yo habíamos perdido horas de sueño intentando hacer funcionar ese maldito aparato que con tanta ansia habíamos estado esperando. 
El frío de las noches más heladas no nos impedía pensar, que un día, cuando la impaciencia nos abandonara de una vez por todas, una fantástica luna acompañada de miles de estrellas estaría esperándonos tras las lentes de mi telescopio. Pero pasaban los días los meses y los años, y nuestra ilusión por descubrir el universo se iba apagando como las miles de estrellas que mueren en la galaxia...
Y tras un paro técnico de doce años fue ayer (aunque con un compañero de juegos distinto) cuando por fin el satélite más bello de una perfecta noche de verano permitió que durante más de dos horas nuestros ojos observaran sus cráteres, sombras... en resumen, esas imperfecciones que resultan perfectas para todos los mortales. 
Quizá la paciencia adquirida con el tiempo, la falta de nubes del estío, o probablemente, contar con un ingeniero manitas al que no se le resiste ninguna máquina, fueron claves para disfrutar de una perfecta luna menguante.
Dejaremos los planetas y los millones de estrellas para futuras sesiones astronómicas a las que, por supuesto, estáis invitados, pues sería injusto que no pudierais contemplar un espectáculo tan bello como el de la fotografía que adjunto.